Juego de Miradas.
El atardecer iniciaba su corto recorrido por el cielo azul; el mar ascendía y descendía con la ida y venida de las dulces olas.
Él se encontraba parado a la orilla de ese mar admirando el hermoso paisaje que lo rodeaba. Ella, completamente embelezada por los tenues cambios de color en el cielo caminaba por esa misma orilla.
Ambos podían sentir las débiles olas bajo sus pies; era como recibir una invitación para aventurarse a un mundo nuevo y sorprendente.
Una ráfaga de viento marino llegó hasta la orilla. Ella la recibió con los ojos cerrados; mientras que él dejó que esta penetrará en cada molécula de su ser.
Conforme avanzaba el atardecer la orilla que ella recorría se hacía más corta y los pasos que daba la guiaban directamente a él.
A pesar de que ellos no tenían conocimiento de ese curioso encuentro, era inevitable que ambos avanzaran hacia el con paso firme.
Finalmente después de un largo andar por la orilla del mar, ella se detuvo a solo unos pocos centímetros de él. El atardecer se desvanecía muy lentamente y los cambios de color en el cielo se volvían más obscuros.
Ella lo miró y aunque él no lo hizo, algo en ambos cambio...
La mirada de ella recorrió y gravo cada detalle de él; su cabello negro y ligeramente largo, sus fuertes brazos, el bronceado de su piel adquirido por las horas de trabajo bajo el sol y sus dulces ojos observando el horizonte.
Un viento juguetón que pasaba entre ambos en ese momento generó en ella un sentimiento de deseo, de lujuria... de pasión.
Él, de un momento a otro sintió la mirada de ella y volteó... Ella escondió sus ojos y fingió estar observando el atardecer.
Él sonrió y admiró la belleza de la mujer que se encontraba a su lado. Su cabello largo y ondulado alborotado por el viento, sus labios tersos y voluminosos que invitaban a cualquiera que los mirara a besarlos, su rostro fino y sus ojos llenos de esperanza.
Ella lo miró nuevamente, sin embargo él desvió la mirada al mar. Ella sonrió.
Ambos sentían una inmensa curiosidad y se divertían con el juego de miradas. Él volvió a mirarla solo que esta vez decidió no evadir sus ojos.
Ella volteó y sus miradas se encontraron, uniendo sus destinos para siempre...
Por: Jimena Mena.
Espero les guste mucho este fragmento por favor compártanlo en todas sus redes sociales y coméntenle bonito; les mando un súper beso y abrazo ;)
Él se encontraba parado a la orilla de ese mar admirando el hermoso paisaje que lo rodeaba. Ella, completamente embelezada por los tenues cambios de color en el cielo caminaba por esa misma orilla.
Ambos podían sentir las débiles olas bajo sus pies; era como recibir una invitación para aventurarse a un mundo nuevo y sorprendente.
Una ráfaga de viento marino llegó hasta la orilla. Ella la recibió con los ojos cerrados; mientras que él dejó que esta penetrará en cada molécula de su ser.
Conforme avanzaba el atardecer la orilla que ella recorría se hacía más corta y los pasos que daba la guiaban directamente a él.
A pesar de que ellos no tenían conocimiento de ese curioso encuentro, era inevitable que ambos avanzaran hacia el con paso firme.
Finalmente después de un largo andar por la orilla del mar, ella se detuvo a solo unos pocos centímetros de él. El atardecer se desvanecía muy lentamente y los cambios de color en el cielo se volvían más obscuros.
Ella lo miró y aunque él no lo hizo, algo en ambos cambio...
La mirada de ella recorrió y gravo cada detalle de él; su cabello negro y ligeramente largo, sus fuertes brazos, el bronceado de su piel adquirido por las horas de trabajo bajo el sol y sus dulces ojos observando el horizonte.
Un viento juguetón que pasaba entre ambos en ese momento generó en ella un sentimiento de deseo, de lujuria... de pasión.
Él, de un momento a otro sintió la mirada de ella y volteó... Ella escondió sus ojos y fingió estar observando el atardecer.
Él sonrió y admiró la belleza de la mujer que se encontraba a su lado. Su cabello largo y ondulado alborotado por el viento, sus labios tersos y voluminosos que invitaban a cualquiera que los mirara a besarlos, su rostro fino y sus ojos llenos de esperanza.
Ella lo miró nuevamente, sin embargo él desvió la mirada al mar. Ella sonrió.
Ambos sentían una inmensa curiosidad y se divertían con el juego de miradas. Él volvió a mirarla solo que esta vez decidió no evadir sus ojos.
Ella volteó y sus miradas se encontraron, uniendo sus destinos para siempre...
Por: Jimena Mena.
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